dissabte, 1 d’agost del 2009

L'Escala 2004-2009

Siempre me han gustado las excursiones circulares, aquéllas que empiezan y acaban en el mismo sitio pero que nunca te hacen pasar dos veces por el mismo lugar. Volver al principio por el mismo camino tiene un regusto de derrota, de desandar lo andado, de intentar inútilmente revivir lo ya vivido. En cambio, volver al origen pisando siempre un nuevo sendero es algo más perfecto, más lógico, más acorde con el destino. Supongo que es por esto que me gustan los caminos circulares en los que la meta ya se encuentra en la salida.

A veces, sin embargo, encontrarnos de nuevo con el origen, con el punto de salida, nos sorprende. En ocasiones ni siquiera éramos conscientes de que el camino sería circular o, de haberlo sido, no podíamos imaginar que el círculo se cerraría tan deprisa, como si el retorno al origen avanzase por una pendiente abrupta, por un terraplén de piedras en el que las piernas tienen que luchar para no dejarse llevar por la inercia.

Hace cinco años, en l'Escala, un grupo de amigos celebrábamos la vida y la juventud. En mitad de la alegría, de las noches en vela que nos llevaron a Colliure, a Cadaqués, a Tamariu... en medio de las fiestas luminosas, pasó por mi mente un soplo de sombras. "Tengo miedo a la muerte", dije, y alguien, con dulzura, me susurró, "No tengas miedo, ¿quieres saber un secreto? La vida es un sueño..." Ahora me pregunto: ¿por qué, dioses, os habéis empeñado en despertarla tan pronto?
Ana Pérez-Ordoyo Fernández (15/VI/1984 - 28/VII/2009)

3 comentaris: